Arroyo, M. F., García, P., Miranda, V.

A medida que pasan los días de esta cuarentena e intentamos encontrarnos con nosotros mismos en una nueva rutina de vida diaria, hay algo que resulta inevitable: el encuentro con una convivencia más cercana en el entorno familiar. Algo que nos ha enseñado esta pandemia es que no podemos salir adelante solos, así que una invitación grande y trascendental es parar y voltear a ver al otro.

Ante un evento tan disruptivo cómo éste, la salud mental de todos los miembros de una familia puede verse afectada de una u otra manera al surgir un abanico de emociones que son esperadas ante una crisis como ésta, diferentes para cada uno. Los niños por supuesto no están exentos de esto ya que están atravesando una ruptura de la regularidad y estabilidad que conocen al verse ahora viviendo con nuevas rutinas que enfrentar y nuevas maneras de estar en el día a día.

Así, tenemos enfrente una gran oportunidad: poder utilizar este tiempo en familia no sólo para el acercamiento y reforzamiento de los vínculos afectivos, sino para enseñar a los niños nuevas maneras de reconocer y manejar sus emociones ante lo inesperado.

La raíz etimológica de la palabra emoción proviene del verbo en latín “movere que significa moverse, y del prefijo “e que significa movimiento hacia, lo que quiere decir que la emoción tiende a la acción y tiene que ver con la evolución y crecimiento del ser humano.

La sensibilidad de un niño es elevada, en su procesamiento emocional primero sienten, después actúan conforme a lo que han sentido y posteriormente durante su desarrollo aprenderán a ser conscientes de sus reacciones para convertirlas en respuestas conscientes. Es un proceso que va de lo interno a lo externo.

Es distinto reaccionar a responder. Una reacción implica un impulso automático ante un estímulo, las reacciones surgen desde la profundidad del cerebro en el sistema límbico. Una respuesta proviene de un proceso de consciencia ante el aprendizaje de la regulación de la emoción y el entendimiento de lo que se percibe y siente, con el cual una persona puede detenerse, pensar y buscar la mejor manera de actuar. Las respuestas emocionales son un proceso elevado y adaptativo de la conducta humana y se generan en la corteza frontal cerebral.

La habilidad para cambiar una reacción emocional automática a una acción deliberada o respuesta implica un proceso madurativo que se alcanza con la edad y la crianza. Por ello el aprendizaje de la autorregulación y el conocimiento de las propias emociones es básico y esto se aprende de primera instancia con las actitudes de los padres.

Será básico para la temporada que nos encontramos viviendo, que los padres y cuidadores sean este espejo a través del cual los niños puedan observar un referente para identificar lo que están sintiendo, con quienes se sientan validados en sus emociones y quienes les puedan dar opciones para expresarlas de manera saludable.

Encontraremos que los niños también sentirán emociones similares a las de los adultos ante la agitación vivida, como irritabilidad, sensibilidad, ira, es incluso probable que retrocedan en habilidades en las que ya habían avanzado, que tengan pesadillas o incluso mojen la cama en el caso de los más pequeños, pero son conductas esperadas dada el escenario actual. Cada uno demostrará estas emociones de maneras y conductas distintas. Será importante preguntarles qué piensan de la situación, pues las ideas que se estén generando respecto a la pandemia son las que les provocarán este tipo de emociones, más que la contingencia sanitaria en sí misma.

La paciencia y el amor de los padres y cuidadores serán básicos para poder atender estas situaciones con los niños, por lo cual algunas recomendaciones para brindarles contención y apoyo pueden ser las siguientes:

  1. Explicar: Es importante no olvidar que por más pequeño que sea un niño, ellos se dan cuenta de lo que pasa, por lo cual será necesario explicarles de acuerdo con su edad cuál es la situación y el por qué todos deben quedarse en casa. Será importante darles solo la información que ellos requieren junto con las medidas básicas de cuidado, para no saturarlos de información que los pueda alarmar.
  2. Ayudarles a entender lo que sienten: Encuentren juntos formas positivas de expresar emociones tales como el miedo, el enojo, la preocupación o la angustia. Estas emociones son difíciles de externar, pero es importante hacerlo para liberar presión y estrés mental. Actividades creativas como dibujar, pintar, contar cuentos, rayar una hoja o romperla, ayudan a externar estas emociones y podrán con ello nombrar lo que sienten. Será importante ayudarlos también a identificar la manera en que su cuerpo está demostrando lo que sienten.
  3. Practicar la escucha activa: Muéstrate ante los niños con apertura y disposición para escucharlos. Hazles saber que puede acercarse a tí para que platiquen sus inquietudes y que cada vez que lo necesiten tú estarás ahí para ellos. Bríndales atención y apoyo y transmíteles calma, pregúntales cómo se sienten y diles que es natural sentirse molesto o enojado y que juntos pueden encontrar una manera para que se sienta mejor.
  4. Convivir: Realicen actividades familiares juntos como jugar, ver películas, dibujar, hacer ejercicio, bailar, meditar, rezar, etc. Esto proporciona una sensación de estabilidad, seguridad, confianza, conexión emocional y bienestar no solo en los niños sino en todos los miembros de la familia y mitiga la sensación de aislamiento social y actividad fuera de casa.
  5. Rutinas: Mantengan una rutina familiar en la vida diaria. Establezcan acuerdos, organicen tiempos y espacios específicos para las actividades escolares, tareas del hogar, ejercicio, juego, home office, etc. Esto ayudará a generar una mayor sensación de estabilidad.
  6. Entorno en casa: Intenten en la medida de lo posible generar un ambiente armónico, que lo niños puedan percibir que su casa es un lugar seguro ya que esto reducirá los niveles de ansiedad y estrés generados por el confinamiento y por la pandemia. Una comunicación asertiva y eficaz generará un ambiente familiar amoroso en dónde se pueda hablar de lo que se piensa y se siente.

El desarrollo de las competencias emocionales es un proceso que se da durante toda la vida, pero es importante fomentarlas desde la primera infancia para ir construyendo una sólida consciencia emocional.

El diálogo es un componente esencial para poder establecer vínculos fuertes y de confianza con los niños. Al acompañar, validar y cuidar sus emociones con dedicación, les enseñamos a autorregularse y conocerse, con ello educamos niños que con su libertad serán más conscientes en la capacidad de tomar decisiones, de solucionar conflictos y de tomar en cuenta las emociones de los demás. La seguridad y claridad que podamos enseñarles la aprenderán en la medida en la que observen que nosotros como adultos somos honestos y coherentes con lo que pensamos, sentimos y actuamos.

Hagámosles saber a los niños que esta situación es transitoria, pero que juntos pueden hacer de ella algo significativo. Enseñémosles a ver lo bueno en los peores momentos, a ver la luz en la oscuridad y a obtener un aprendizaje de cada situación.